UN MAGNÍFICO POETA
Un poeta se acerca a la excelencia,
cuando siente que es:
Un espacio infinito y muy placible
como el mar, sin orilla limitante;
el calor de la atmósfera abundante,
un fuego eterno o luz inextinguible.
Como un viento calmado o huracán,
para el cual no tenemos asidera;
un gran árbol florido en Primavera,
o los brotes marchitos del zaguán.
Un arroyo pequeño y cantarín
o un inmenso caudal de aguas maduras;
una cima muy alta con blancuras,
la colina desnuda y alevín.
Si, además, él practica la indulgencia,
sin dudarlo después:
Hacia el niño que vive con su madre
o el hombre que protege a su familia;
hacia el viejo que acepta su vigilia,
o a la entrega del joven al desmadre.
Al cristiano en su templo, embelesado,
más al reo encerrado en la prisión;
al que tiene en los libros su afición
o hacia el hombre ignorante y desdichado.
A la monja que sufre, dividida
entre las vivas flores de su fe
y las frías espinas del corsé,
que le impone su vida tan transida.
A la hetaira atrapada entre las garras
de su necesidad y los colmillos
de su debilidad con muchos brillos,
coartando su arbitrio con amarras.
Al mendigo atrapado entre su pena
y su más que obligada sumisión;
o hacia el rico de blando corazón,
que nutre su codicia tan obscena.
Si de todo lo escrito se conciencia,
Sólo entonces, tal vez
“Es un poeta magnífico”
Antonio Pinedo ©
06-11-08